Sofía debe estar haciendo allioli.
Lo supongo, porque está en el pueblo y no conmigo.
Cuando me toca el tratamiento de la migraña, esos pinchazos en la cabeza, estoy unos días fastidiada y acostumbran a dejarme espacio para recuperarme en silencio. Tengo la suerte de tener una manada comprensiva con estos achaques.
No ha sido un fin de semana idílico. Del baño al sofá, del sofá a la cocina...vuelta al sofá y a la cama. De hecho, estaba a punto de pedir disculpas por no actualizar el blog.
Esta mañana he abierto un ojo. He visto que no llevaba el reloj y he tirado de móvil para ver que hora era. Me he dado cuenta que había un wasap..."Hola, estas despierta?" era mi Ainhoa, que salía de guardia. He abierto el otro ojo y le he contestado ¿Café? Total que nos hemos ido a almorzar un buen bocata las dos.
Me ha sabido a gloria, no comía algo de verdad desde el jueves...y la compañía. Con ella soy yo siempre, sin maquillaje. Pero a lo que quería contar.
He estado recordando mi niñez toda la mañana. Aquella niña que jugaba en cualquier rincón de las calles, que se escapaba siempre que podía en verano con la bicicleta...que pensará aquella niña, con un nombre diferente al que uso hoy de mi? Me lo he preguntado tantas veces...
No os pasa a vosotros? Yo tenía sueños. Muchos...Recuerdo que en verano, cuando necesitaba estar sola, me escondía en las escaleras de la casa de la playa y me inventaba canciones. Me gustaba cantar, bajito. Que nadie me escuchara. Pero me gustaba cantar. Me inventaba letras con mis sueños.
Escribía redacciones, porque solo eran redacciones, con historias fantásticas en folios que terminaba quemando en la barbacoa que luego solo eran ceniza que servía para hacer empastres que provocaban las regañinas de mi madre.
Pero soñaba. Soñaba mucho despierta. ¿Dónde quedaron los sueños, de esa niña que me mira con esos ojitos? Le estaré defraudando, o estará contenta de ser quien es hoy...
Es domingo, Sofia habrá hecho allioli...y yo...debería tomar mi vermut blanco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario